Nos da vergüenza leer estos últimos versículos del capítulo 19; “Y llegando a su casa, tomó un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de Israel. Y todo el que veía aquello, decía: Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo, y hablad.”
El maltrato del cuerpo muerto siempre ha sido un tema difícil de contemplar pero en casi toda cultura se ve como una ofensa muy grave. Aquí el mismo marido (si lo podemos llamar así siendo que parece que nunca se casaba con la señora) hace la degradación como símbolo de su gran enojo. Claro que era una cosa terrible que pasó pero no olvidamos que fue este mismo marido que entregó a su pareja a unos malvados y se fue a dormir. Sentía un furor contra ellos, pero no parece que lloraba por su propia negligencia y mala conducta.
En eso vemos la lección en este capítulo 20, pienso yo. Se puede comparar a cierto nivel con 1 Corintios 5. “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” ¿En qué forma estaban “envanecidos”? ¿Acaso se decían cada uno “qué bueno que no fui yo que cometió tal cosa? ¿O tal vez era algo que es muy común entre el cristianismo hoy en día “esta cosa no tiene nada que ver conmigo”? No hace tantos años, aquí en la ciudad donde vivo yo, un pastor abandonó a su esposa y se fue con la secretaria de la iglesia. El liderazgo de la denominación decía “tal cosa es lamentable pero no es nuestro negocio; pues, es entre tal persona y el Señor. Nosotros no podemos juzgar.” Le dejaron continuar como pastor en la misma denominación aunque no en la misma iglesia.
Pero si enfocamos en los errores del cristianismo, perdimos la lección de que Dios tiene para nosotros por no ser ejercitados sobre nuestra condición, afectados que somos con la mundanalidad y pecado del cual somos rodeados. Es muy fácil enojarse con otros por cometer pecados sin ser ejercitados de nuestro propio andar, y todo nuestro capítulo 20 de Jueces parece tener esta lección. El hombre era enfadado, la nación enfadada, pero faltaba el arrepentimiento nacional. Se escandalizaron del acto que no fue disciplinado por los hijos de Benjamín, pero faltaba el arrepentimiento general que llorase por su bajo estado moral y falta de auto-disciplina.
“Entonces salieron todos los hijos de Israel, y se reunió la congregación como un solo hombre, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa.” ¡Qué triste que fueron unidos solo en el juicio! Aunque hemos visto que los eventos en este capítulo ocurría históricamente realmente en el principio del libro de los Jueces, nos da instrucción verlo aquí en su fin, pues es esto que hemos visto por todo el libro. Desde los primeros capítulos vemos como fueron divididos en sus ánimos para la nación. Faltaban muchos años que las tribus fueron por fin divididas en una división obvia en los días del hijo de Salomón, Roboam. ¿Pero qué pasó en Jueces 5, en la canción de Débora? “Entre las familias de Rubén hubo grandes resoluciones del corazón. ¿Por qué te quedaste entre los rediles, para oír los balidos de los rebaños? Entre las familias de Rubén hubo grandes propósitos del corazón.” No aparecían todos para la batalla toda Israel, pues la tribu de Ruben estaba preocupada por sus rediles y rebaños. Así desde el principio hubo divisiones entre ellos. Pero en nuestro capítulo en su celo por ejecutar juicio contra Benjamín, si estaban reunidos.
Se nota bien la falta de ejercicio y humildad que hubiera convenido a la nación cuando hablaron con Benjamín. “Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros? Entregad, pues, ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos, y quitemos el mal de Israel.” ¿Estamos sorprendidos que la tribu de Benjamín reaccionó mal con estaba palabras bruscas? No digo que su reacción era apropiada; clara esta que había una falta de conciencia tierna con Benjamín acerca de la maldad y esto no justificamos. Pero una humildad de corazón siempre conviene cuando estamos tratando con la maldad. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Gálatas 6:1 Claro que aquí en Gálatas habla de otra clase de falta, no un pecado grave como tenemos en 1 Corintios 5, pero el principio es lo mismo; “considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” “Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado…”
Continuaremos la semana que viene si Dios quiere.
23 septiembre de 2018